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Espléndido relato del prestigioso crítico musical Diego A. Manrique, muy bien construido, en torno a una de las canciones más significativas e interpretadas del músico estadounidense George Gershwin. Summertime es quizás la pieza más conocida de la ópera Porgy and Bess, compuesta en 1935 por Gershwin (música) y DuBosse Heyward (letra) y que trata sobre el estilo de vida de los negros en los estados sureños. Sin duda, entre los cientos de versiones que tiene esta canción, destaca sobremanera la que hicieron dos grandes músicos de jazz negros, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong.
Oda al estío perezoso
'Summertime’, de George Gershwin, atrapa el ritmo ralentizado de los
meses calurosos
Estamos en una discoteca de
costa. No se asusten: a las cinco de la mañana se encendieron todas las luces y
los últimos clientes emprendieron la retirada, alguno canturreando un
estribillo machacón. Esta noche han caído muchas canciones del verano, las del
presente año y las correspondientes a otros agostos.
El pinchadiscos lleva meses
preparándose para la invasión estival. Ha ido rellenando la carpeta
cancionesverano con las novedades más temas añejos y remezclas curiosas. Su
público viene desde Francia, Alemania, Holanda y del resto de la península: no
es una tropa exigente pero puedes tener un problema si un chulito madrileño (“o
una inglesa pasada de copas, que no se sabe qué es peor”) insiste en escuchar
tal canción con “summer” en su título.
Hace años que perdió la
batalla con el dueño. “Es muy cutre el poner las peticiones de la clientela”.
“Y a ti ¿qué más te da? Esto no es Ibiza”. A regañadientes, se ha convertido en
especialista en ese repertorio. Calibra las expectativas de cada lanzamiento
según el presupuesto del vídeo clip: gloriosas bacanales, yates impolutos,
cuerpos procedentes de cualquier catálogo de lencería. La realización tira
hacia el porno softcore. “Igualito, igualito que lo que tenemos aquí”. “No te
me pongas Umberto Eco. Si quieren creer que están en el Caribe, allá ellos.
Esta es una fantasía consensuada y nosotros ponemos nuestra parte”.
Ahora, con el local
despejado, las instrucciones ya no rigen. Se cuelan amigos del pueblo, alguna
novia, camareros de otras discotecas. La santa excusa de “tomar la última”. Y
manda el DJ. Aunque con el volumen bajo, suena la música que ama. Nada que ver
con la matraca anterior. No lo reconocería pero el DJ prepara concienzudamente
estas sesiones after. Indaga en las estanterías de vinilos de la cabina, se
trae discos, busca rarezas. Hoy quiere compartir Summertime. Todo el mundo
conoce Summertime, demonios, hasta la utilizó El Corte Inglés en una campaña.
Existen docenas, centenares de versiones. El reto consiste en decidir cuál es
la mejor, no, la más adecuada para esa hora de bajada.
Hay un argumento detrás, un razonamiento que
no se atrevería a decir en voz alta. Su teoría viene a afirmar que la mejor
música del siglo XX está firmada por judíos imitando las formas negras, por
negros interpretando canciones de autores judíos.
Ha leído George Gershwin. Un
viaje a lo sublime, de David Ewen (Mondadori) y todo lo que ha pillado sobre
Summertime. Sabe que es una nana, con forma de arietta. Y vale ponerse pedante
ya que los autores aspiraban a crear una ópera, una “ópera folk” que titularon
Porgy and Bess.
Los autores eran George
Gershwin y el novelista DuBosse Heyward. Blancos fascinados por la negritud.
Heyward llevó a George a ceremonias de los gullah, descendientes de africanos
que viven en esas Sea Islands que bordean las costas de Carolina del Sur y
Georgia. Aseguran que Gershwin se animó tanto que se lanzó a cantar con los
nativos.
Como buen esnob, el pincha
paladea el dato de que Porgy and Bess fracasara en su estreno, en 1935. Fracaso
relativo: chocó su propuesta (¡una ópera con un reparto negro!) y los
productores —incluyendo a Gershwin y Heyward— no recuperaron su inversión. El
compositor, que murió en 1937, a los 38 años, no llegó a saber que allí estaba
la que sería su canción más duradera.
¿Miles Davis, Ray
Charles? El anfitrión ha optado por la grabación de Louis Armstrong y Ella
Fitzgerald, en su Porgy and Bess de 1957. Pide silencio. El tema se derrama por
la sala vacía: tras la indolente trompeta inicial, Ella canta con ternura
(“saltan los peces y el algodón está crecido”) y Louis responde con su voz
arrugada. Cinco minutos opulentos a la vez que íntimos. Suspiros y alguien pide
que vuelva a poner el disco, “pero completo, desde el primer corte”. Está sonando
Porgy and Bess cuando afuera amanece.
Ella Fitzgerald & Louis Armstrong - Summertime
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