Antonio Muñoz Molina. - Efe. |
Uno ama hasta una cierta edad las películas sin
saber que alguien las ha dirigido, y los libros sin pensar que tienen autor.
También puede enamorarse para toda la vida de una música y solo al cabo de
mucho tiempo enterarse de quién la compuso. Yo tendría 14 o 15 años cuando
escuché por primera vez una música de George Gershwin, pero ese nombre tardé
bastante en descubrirlo, y la canción suya que me hizo tanta impresión, Summertime,
creí que pertenecía a quien la cantaba, que era Janis Joplin. Estaba en una
máquina de discos, en un bar de Úbeda, y relucía como un pájaro de plumaje muy
raro en medio del repertorio habitual de canciones pop de veraneo y coplas
rancias. Que hacia 1970 Janis Joplin y George Gershwin hubieran llegado a un
bar de cañas y tapas de la Andalucía interior es un indicio del cambio de los
tiempos que estaba ya sucediendo entonces bajo el caparazón geológico del
franquismo tardío, como esos arroyos que corren ocultos bajo un glaciar en
retroceso. También es una prueba de la vitalidad de un compositor que ha
perdurado por igual en la interpretación canónica de sus obras extensas y en
las versiones cambiantes y hasta insospechadas que músicos de casi cualquier
escuela han hecho y siguen haciendo de sus canciones más conocidas. Yo tardé en
enterarme de que Summertime no era una canción de Janis Joplin, y más
aún en asistir por primera vez a una función de la ópera de Gershwin a la que
pertenece, pero la tristeza y la dignidad de esa música me sobrecogían cada vez
que volvía a escucharla después de introducir una moneda en la máquina de
discos, y su rastro lo he ido siguiendo a todo lo largo de mi educación como
aficionado a la música.
Gershwin es siempre Gershwin, cantado a gritos por
Janis Joplin o con la melosidad dúctil de Ella Fitzgerald, interpretado por una
orquesta sinfónica o por la trompeta solitaria de Louis Armstrong, o por el
Miles Davis sinuoso de los años cincuenta, o por Charlie Parker, que se pasó la
vida inventando variaciones sobre I Got Rhythm. Cada canción de George
Gershwin, con la correspondencia exacta de las letras de su hermano Ira, tiene
la virtud de mantenerse idéntica a lo largo de un número ilimitado de
versiones: y también tiene la flexibilidad, casi la cortesía, de adaptarse al
estilo o a los propósitos de quien la interpreta con talento. En la voz de
Helen Forrest o de Fred Astaire, las canciones de Gershwin flotan con una
liviandad de musical en blanco y negro, con una melancolía de fondo que no
llega a tomarse en serio a sí misma. Cuando Nina Simone o Billie Holiday cantan
I Loves You Porgy estamos escuchando una declaración de amor que es un
rendirse de antemano a la fatalidad y a la desgracia. El espíritu de Gershwin
alienta con la misma fuerza en las apoteosis de los musicales de Broadway y en
el intimismo de una jam session a deshoras en un club.
Como tantos maestros de la cultura más plenamente
americana, era un hijo de emigrantes casi recién llegados. Se crió en calles
tumultuosas de Brooklyn en las que el ruso y el yídish se oían más que el
inglés. Tuvo la suerte extraordinaria de que su vocación musical despertara
justo en los tiempos del estallido del jazz y de la edad de oro del vaudeville
y de los musicales de Broadway. Los rollos perforados para las pianolas y los
primeros discos de pizarra alimentaban el mercado de las canciones populares
que se vendían por unidades en las tiendas de música en las que Gershwin empezó
a trabajar como plugger a los 17 años. Tocaba las canciones al piano
para convencer a los posibles clientes de que las compraran. La radio primero y
luego el cine sonoro dilataron al máximo el territorio prodigioso de la música
popular. Con poco más de veinticinco años Gershwin ya era un compositor de
mucho éxito. Pero más rápido todavía que el éxito fue el progreso de su
vocación, el tránsito de la precocidad a la madurez. Rhapsody in Blue es
una obra brillante, pero todavía juvenil e inconexa, y la orquestación no es de
Gershwin. El concierto de piano, escrito solo un año después, muestra todavía
la ansiedad del artista joven por desplegar todas sus facultades y está igual
de atravesado por los aires del jazz, pero ya posee una arquitectura bien
trabada y un sentido orquestal que lo acercan a la otra gran querencia de
Gershwin, la música europea, la tradición del virtuosismo romántico, la
modernidad serena e irónica de Maurice Ravel.
El legado de Gershwin es tan rico que se nos olvida
el poco tiempo que vivió, lo enorme de su promesa frustrada. El joven que en
1924 improvisaba en menos de una semana la partitura de Rhapsody in Blue
se convierte en solo diez años en el autor de una ópera con toda la amplitud,
la ambición, la originalidad de Porgy and Bess. Y a continuación se va a
Hollywood y salta de la gran ópera al cine musical, y compone para el Shall
We Dance de Fred Astaire y Ginger Roger algunas de sus canciones más
duraderas y joviales: ‘They All Laughed’, ‘Let’s Call the Whole Thing
Off’, ‘They Can’t Take That Away from Me’.En su último libro, On
My Way, centrado en la colaboración entre Gershwin y Rouben Mamoulian en el
montaje de Porgy and Bess, el musicólogo Joseph Horowitz reflexiona
melancólicamente sobre todo lo que se perdió con la muerte temprana de un
compositor que hacia 1937 estaba alcanzado su plena madurez. Cómo habrían sido
las obras que Gershwin tenía en proyecto: un cuarteto de cuerda, una cantata
sobre Abraham Lincoln, un concierto de violín. Y cómo la presencia continuada
de Gershwin habría fecundado la música americana, haciendo tal vez que
arraigara en ella lo que nadie más que él había logrado, algo que Horowitz
llama cultural fluidity, la simultaneidad de lo popular y lo culto, el
influjo del jazz y los spirituals, y el de los músicos europeos a los
que Gershwin reverenciaba, no solo Ravel, sino también Alban Berg y Arnold
Schönberg.
Se nos olvida lo injustamente joven que murió
George Gershwin, y también lo injustamente que fue tratado por algunas de las
mayores eminencias de la música clásica americana. Era joven, era judío hijo de
emigrantes, ganaba mucho dinero, escribía canciones inmensamente populares.
¿Por qué aspiraba además a convertirse en un compositor serio, y viajaba a
Europa, y visitaba con reverencia de discípulo a Maurice Ravel en París y a
Alban Berg en Viena, y se empeñaba en escribir toda una ópera, no solo
secuencias de canciones livianas adecuadas para los teatros de variedades de
Broadway Joseph Horowitz reproduce en su libro algunas de las críticas que se
publicaron en los periódicos de Nueva York con ocasión del estreno de Porgy
and Bess. El tono oscila entre la condescendencia y el insulto. Parece que
Gershwin era un hombre animoso que disfrutaba mucho de la vida y de la música y
recibía con elegancia las heridas contra su amor propio. Su presencia es tan
poderosa que se nos olvida que murió con 38 años.
On My
Way. The untold story of Rouben Mamoulian, George Gershwin and Porgy and Bess. Josep Horowitz. Norton&Company. Nueva York
(Estados Unidos), 2013.
www.antoniomuñozmolina.es
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/04/15/actualidad/1397579030_363405.html
http://www.ville-persan.fr/content/journee-george-gershwin |
Espléndido artículo del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013, el escritor español Antonio Muñoz Molina, sobre la vida y obra de este gran compositor estadounidense, del cual soy admirador desde joven y que me voy a permitir ilustrar con la música que se menciona en el texto.
Puede que a mi me pasara con Gershwin algo parecido a lo que relata Muñoz Molina. Escarbando en la memoria, me remonto a un LP de la orquesta y coros de Ray Conniff editado en 1963 por el sello Columbia, que compraron mis padres junto a los de otras orquestas melódicas de la época, los cuales sonaban con frecuencia en el viejo tocadiscos. Ese LP, titulado en español "Dígalo con música" (en alusión a la canción "Say it with music" de Irving Berlin incluida en el disco), me gustaba especialmente pues tenía una buena selección de temas standards de los principales compositores norteamericanos. Entre ellos, el "Summertime" de George Gershwin (música), su hermano Ira Gershwin y DuBose Heyward (letra), perteneciente a la ópera Porgy and Bess, la cual nunca he visto representada, aunque me consuelo con escuchar la magnífica versión discográfica que hicieron a dúo Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. En mi adolescencia oí muchas veces ese disco entero y por supuesto, la versión instrumental del "tiempo de verano", mucho más suave que la desgarradora de Janis Joplin, que escuchaba Muñoz Molina en su Úbeda natal. Supongo que de tanto leer la contraportada del disco, al cabo del tiempo caería en la cuenta que el tema era de Gershwin.
Pero en mi memoria guardo otro momento, que significó sin duda el afianzamiento de mi fidelidad en el tiempo a la música de George Gershwin. Durante unas vacaciones en Las Palmas en la época de estudiante universitario, compré en una tienda de discos de la calle Peregrina (Discovisión-Eduardo Ley, todavía está el adhesivo en la portada), un LP editado por el sello DECCA en 1975, de la Orquesta del Festival de Londres con Stanley Black en la dirección y al piano. En la cara 1 del disco, la maravillosa Rhapsody in Blue (que los muy ignorantes diseñadores de la carpeta, en su traducción literal al español, escribieron como "rapsodia en azul") y en la cara 2, la no menos sensacional partitura del musical Un americano en París. A partir de ahí, su concierto para piano y hasta hoy, la adquisición en CD de toda la obra, sinfónica y canciones, del inmortal George Gershwin en las más diversas versiones.
Janis Joplin - Summertime
Ray Conniff - Summertime
Ella Fitzgerald & Louis Armstrong - Summertime
Miles Davis - Summertime
Charlie Parker - I've got rhytm
Nina Simone - I loves you Porgy
Billie Holiday - I loves you Porgy
Fred Astaire & Oscar Peterson- Let's call the whole thing off
Fred Astaire & Ginger Rogers - They can't take that away from me
Estimado Antonio, cómo pasan los días y se suceden las efemérides... Otros aconteceres rutinarios o esporádicos me habían distraído (que no olvidado) de tu fantástico blog, muchísimo más visitado que comentado... Comprensible, su calidad, elaboración, selección, etc., se comentan solos. Como ejemplos, las dos últimas entradas, una literaria y la otra musical. Fantásticas por su contenido y la esmerada elaboración de tus comentarios. Enhorabuena y saludos desde La Palma.
ResponderEliminarP. D.- Al maestro Forges lo escuché hace poco en una magnífica entrevista en La Sexta Noche.