En teoría la derecha es el poder y al poder le
pertenece por naturaleza el cortijo, el caballo y la pistola. La derecha en
este país a lo largo de la historia ha sido apalancada por la iglesia, por los
banqueros y empresarios, por la barra de la justicia y un acendrado equipo de
periodistas y leguleyos. La ideología de la derecha es el dinero, huidizo como
un corzo o voraz como un tiburón, según venga la baraja, a veces redimido por
las obras de caridad y perfumado por la erudición académica. El ideal de la
derecha es el orden en la calle y la caja llevada hacia el negocio redondo. A
la hora de robar legalmente se sirve de las notarías y el atraco a los bancos
lo ejecuta desde los despachos del propio consejo de administración. La patria
es su coartada. La serpiente le ofrece la manzana envenenada, la muerde y no le
pasa nada. Puede que esto no sea más que un cúmulo de lugares comunes, pero
explica por qué la corrupción de la derecha, por muy obscena que sea, en lugar
de afectar a la esencia del poder se detiene en unas personas corruptas
concretas. Entre el poder y los políticos del Partido Popular siempre habrá un
cortafuego. Por el contrario, la izquierda en teoría no es un poder sino un
sueño de igualdad, de fraternidad y de justicia. Trata de despertar lo más
noble del individuo para ponerlo al servicio del bien común. El afán de
redención de los desheredados la lleva a veces a asaltar el Palacio de Invierno
a sangre y fuego, pero parece gozar más poniendo la otra mejilla, según manda
del evangelio. Puede que esto no sea más que un cúmulo de frases gastadas, pero
explica por qué no se precisa que la corrupción de la izquierda sea muy grave, como
a veces lo es. Basta con que un concejal socialista meta mano en la caja para
que todo el viejo idealismo y la moral se pudran de raíz hasta dejar a la
izquierda en medio de la ciénaga. No necesita morder la manzana; con solo
olerla es expulsada del paraíso. El escándalo del Partido Popular aun podría
llegar más lejos. Si mañana convocara elecciones lo seguirían votando diez
millones de ciudadanos, mientras la gente culpabilizada de izquierdas se
quedaba en la cama. Hasta que un día se rompe el equilibrio. La corrupción se
hace asfixiante, se produce la rebelión y de repente todo estalla.
"Entre el poder y los políticos del Partido Popular siempre habrá un cortafuego"...
ResponderEliminarSí, un cortafuego que parece evitar que la justicia de verdad nunca pueda o quiera llegar al final: ¿temerosa de inmolarse? ¿temerosa de acabar con los suyos?
Qué pena, de poder y de justicia.